Laicismo… ¡hasta en las escuelas!
Existen dos artículos constitucionales de los Estados Unidos Mexicanos que hacen referencia al laicismo y a la libertad de cultos, respectivamente. El primero de ellos es el artículo 3, en su fracción primera dice: “GARANTIZADA POR EL ARTICULO 24 LA LIBERTAD DE CREENCIAS, DICHA EDUCACION SERA LAICA Y, POR TANTO, SE MANTENDRA POR COMPLETO AJENA A CUALQUIER DOCTRINA RELIGIOSA”.
Ahora bien, el artículo 24 dice:
“TODO HOMBRE ES LIBRE PARA PROFESAR LA CREENCIA RELIGIOSA QUE MAS LE AGRADE Y PARA PRACTICAR LAS CEREMONIAS, DEVOCIONES O ACTOS DEL CULTO RESPECTIVO, SIEMPRE QUE NO CONSTITUYAN UN DELITO O FALTA PENADOS POR LA LEY.EL CONGRESO NO PUEDE DICTAR LEYES QUE ESTABLEZCAN O PROHIBAN RELIGION ALGUNA. LOS ACTOS RELIGIOSOS DE CULTO PUBLICO SE CELEBRARAN ORDINARIAMENTE EN LOS TEMPLOS. LOS QUE EXTRAORDINARIAMENTE SE CELEBREN FUERA DE ESTOS SE SUJETARAN A LA LEY REGLAMENTARIA.”
Hace unos días, se escuchó la noticia que el artículo 24 sería reformado. El diputado del PRI José R. López Pescador, propuso que se modificara el artículo 24 constitucional para que agregar al texto original lo siguiente: "el Estado respetará la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". Esto, desde mi punto de vista es un error grave. Abre la puerta a que cualquier religión pueda ser enseñada en escuelas públicas; de las privadas ni hablemos dado que éstas han existido como parte de iglesias desde hace décadas en nuestro país, a la vista del Estado “Laico” (sin embargo, el artículo 40 constitucional no menciona en ningún momento que el Estado es laico).
Mi defensa en pro del laicismo del Estado – y sobretodo de la educación – se debe a experiencia propia. Yo estudié mi primaria y secundaria en una escuela perteneciente a una orden de religiosas católicas. Por supuesto que en lo general mi experiencia fue buena (y creo que el resultado también). Sin embargo, no deja de sorprenderme el evento que narraré: durante el segundo o tercer año de secundaria, recuerdo que en Ciencias Naturales (aún no las separaban en Física, Química ni Biología), estudiamos el origen de la vida y la Teoría (que insisto, debería ser Ley) de la Evolución. Me pareció fascinante, al punto que me leí el libro de A.I.Oparin “El Origen de la Vida” – libro por cierto brindado por mis Padrinos, ambos investigadores. Me fascinó encontrar una explicación lógica y razonable del origen de la vida. Sin embargo, poco después, al estar en una escuela de religiosas católicas, en alguna de las clases de religión (católica) se mencionó que la Dios había creado al mundo en siete días y que Él creó la vida de un plumazo. Por desgracia mía, me preguntaron mi opinión, dando rienda suelta a mi emoción por explicar un origen bioquímico de la vida y concluir que somos el resultado de quince mil millones de años de evolución – años más, años menos. Como podrán adivinar, a la reverenda religiosa mi opinión sobre el origen de la vida no le gustó. Prácticamente me dijo que esas eran “teorías, pero que la realidad de las cosas era que Dios había hecho todo y punto”. Contra argumenté, pero el resultado: un cinco de calificación, el cual afortunadamente no influyó en ningún aspecto para proseguir mis estudios superiores.
Más allá de lo anecdótico, este evento – que considero relevante en mi formación – me abrió los ojos a una dicotomía: ¿cómo profesar una religión – sobretodo la católica, con sus innumerables dogmas – que no admite razón sobre temas centrales, y al mismo tiempo ser un firme creyente de la Ciencia? ¿Cómo enseñar de lleno en una escuela mezclando religión y ciencia? Desde mi punto de vista no es factible.
Hoy día, con el conocimiento científico y la libertad religiosa que gozamos, se han logrado maravillas en nuestra vida cotidiana. Sin ciencia, la vida como la conocemos hoy día no podría ser. Pensemos en la producción de alimentos, fármacos, computadoras, etc. Simple y sencillamente, sin ciencia pura no sería posible tenerlos.
Por lo tanto, creo que la educación debe ser cien por ciento laica, sin limitaciones religiosas que lo único que pueden hacer es confundir a los estudiantes. La religión – entre otras muchas cosas – se obtiene en casa y es allí y en los templos donde debe ser difundida y enseñada. La religión limita la ciencia y el conocimiento. Lo hizo durante siglos. No es coincidencia que a partir de que existe libertad religiosa y estados laicos la humanidad a avanzado como nunca.
No busco la eliminación de la religión, sino el laicismo de la educación. Como siempre, me despido con una cita de un francés universal, François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire: “Una falsa ciencia hace ateos; una verdadera ciencia prosterna al hombre ante la divinidad.”
viernes, 3 de febrero de 2012
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