lunes, 19 de enero de 2009

China, la tercera potencia.

Así como es de simple el título de esta entrada de mi blog, así de simple es mi asombro. Lo peor de todo es que lo dejamos pasar como mundo, así de simple. Lo más increíble de todo es que la mayoría de la gente no sabe esto. Pregunten a sus familiares y amistades y seguro estoy que si les preguntan cuáles son los países más poderosos económicamente les responderan: los Estados Unidos, Francia, Canadá, Japón, Reino Unido, Alemania, Italia…países más, países menos, y eso sin importarnos el orden.

A mí me deja anonadado la capacidad económica de China. Lleva más de diez años consecutivos con un crecimiento de su economía de más del 10%. Para darnos una idea, México promedia, a lo mucho, 2%. Ahora, es fácil decir que una economía crezca cuando ésta tiene niveles muy bajos, como es el caso de Perú, la economía de más alto crecimiento del continente durante ya algunos años. Pero recordemos que Perú es la economía número cincuenta y cinco del mundo y viene de hiperinflaciones de los años ochenta más una época de terrorismo terrible. China acaba oficialmente en 2008 de dejar atrás a Alemania como la tercera economía convirtiéndose en la tercera potencia económica, tan sólo por atrás de los Estados Unidos y Japón, y dejando atrás a Alemania, Reino Unido, Francia e Italia (y de entrada a México, ya éramos mucho más grande que ellos).

China sigue creciendo, a pesar de la crisis mundial, a un ritmo mayor que prácticamente cualquier país del mundo. Y no nos engañemos: China ya no es un país tercermundista en el que el crecimiento alto de la economía se dé por el simple hecho de tener una economía pequeña. ¿Qué hizo China que México no hizo? ¿Es o era posible que México tuviera un milagro económico como el chino? Desde mi inexperto punto de vista (dado que no soy economista) era y es imposible.

China ha logrado un crecimiento tan impresionante debido a dos factores: su población y sus férreas políticas. Analicemos la primera: su población. Las dos economías más pobladas del mundo son China e India. Ambos países son los países emergentes más poderosos económicamente hablando. Sin embargo, China es la tercera economía; India la número doce. Entonces queda claro que la población china no es necesariamente lo que le da esos números tan impresionantes. Por lo tanto, vayamos al segundo factor. Las políticas económicas chinas han sido férreas como lo es su gobierno. Un gobierno comunista que poco, muy poco a poco, ha ido adaptando políticas capitalistas y de mercado libre a su economía en lo que le ha convenido.

Esto ha sido doloroso para su población. ¿Qué costo ha tenido que pagar la población china para ser una potencia económica? Aislamiento, nula libertad de expresión, reunión y privacidad. Además, China no cumple muchas determinaciones de la Organización Mundial de Comercio; China no paga a sus obreros y campesinos lo que les pagan ni siquiera en países de América Latina (y miren que eso ya es decir mucho); China en lo general no es libre.

Ahora, un asunto más escalofriante. China cuenta con el ejército más grande del planeta: más de dos millones y medio de efectivos, además de contar con tecnología de punta y una fuerza interna impresionante. ¿Qué puede llegar a suceder si los Estados Unidos y China llegan a pelear? ¿Quién se aliaría con quién? De pensarlo me dan escalofríos.

No nos engañemos, China ha logrado lo que es por violar los derechos más elementales de sus trabajadores, pero también por ser una nación disciplinada en sus políticas económicas. Tampoco nos engañemos, China puede ser peligrosa para el mundo como ya lo es actualmente. De una u otra manera me da menos miedo pensar en un mundo dominado en lo político, económico y cultural por los Estados Unidos que por China. ¿Por qué? Porque al menos los Estados Unidos es un país occidental que mal que bien comparte con nosotros algunos valores culturales: China ninguno. Me da la impresión (que puede ser errónea) que al menos los Estados Unidos son un poco más considerados en algún momento que los mismos chinos. El tiempo lo dirá.

Como de costumbre, me despediré con una cita, en esta ocasión de Albert Einstein: “La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices.”

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