jueves, 23 de junio de 2011

Maternidad, ¿el ser mujer?

Hace poco escribí sobre la paternidad. Titulé dicha entrada como “Paternidad Forzada” en una clara referencia a mi sentir. Múltiples comentarios y sentires he recibido y reconocido por esta publicación. Desde los que estuvieron a favor, en contra, objetivos, sentidos… en fin, una buena cantidad de letras. Siempre es sabroso leer dichos comentarios porque me enriquecen y, en algunos sentidos, hacen cambiar algunas de mis opiniones o, como en esta ocasión, reflexionar.

La maternidad es una de las grandes maravillas de la naturaleza. Crea un lazo psíquico tan fuerte entre la madre y el hijo que rompe la barrera biológica. Cada vez que leo o escucho de las maravillas de cómo un niño se gesta más me sorprendo. Millones de años de evolución han resultado en una relación que como dije, va más allá de lo biológico entre la madre y su cría.

La evolución ha dotado al ser humano – o a la gran mayoría de ellos – con una necesidad de reproducirse que – desde mi punto de vista – fue uno de los factores que ayudó a que esta especie poblara el mundo. Mientras el macho se preocupaba por esparcir sus genes, la hembra se preocupaba por mantenerlos vivos. Por este motivo, es la mujer la que desarrolló un lazo afectivo más emotivo con su cría que el hombre. La búsqueda de ese lazo formó parte de su ser como mujer.

Ahora bien, no todas las mujeres buscan tener hijos. Muchas porque no se imaginan como madres, otras porque dan prioridad a su carrera y otras porque simplemente no tienen oportunidad de encontrar pareja (todas las anteriores aplican para los hombres). Para mí, eso las hace tan mujeres como aquellas que tienen hijos. No me involucraré en temas morales – religiosos en si la mujer se consolida como tal siendo madre. Para mí son patrañas. Quien quiere reproducirse puede recurrir a muchos métodos que hoy en día existen. El objetivo de esta publicación es otro.

Al inicio de esta publicación mencioné que muchos comentarios a mi blog me han ayudado a enriquecer mi criterio. En esta ocasión, reflexioné en que el que yo no quiera hijos no necesariamente es la elección que mi señora desee. Por mucho que ella conozca o conociera mi opinión al respecto reflexioné: no puedo negarle a ella el derecho a ser madre. Muchos me dirán que puede ser un flaco favor si lo hago sin ánimo o si es por miedo a perderla. Por el contario, sólo por amor a ella lo haría. Amar es recibir pero también dar. Mi gusto o disgusto por las crías no ha cambiado, pero sí mi tajante idea de no desear que mi señora goce de ese triunfo de la evolución que es la maternidad.

Como de costumbre me despido con una cita, en esta ocasión de Honoré de Balzac: “Jamás en la vida encontrarás ternura mejor más desinteresada que la de tu madre”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario