Laicismo… ¡hasta en las escuelas!
Existen dos artículos constitucionales de los Estados Unidos Mexicanos que hacen referencia al laicismo y a la libertad de cultos, respectivamente. El primero de ellos es el artículo 3, en su fracción primera dice: “GARANTIZADA POR EL ARTICULO 24 LA LIBERTAD DE CREENCIAS, DICHA EDUCACION SERA LAICA Y, POR TANTO, SE MANTENDRA POR COMPLETO AJENA A CUALQUIER DOCTRINA RELIGIOSA”.
Ahora bien, el artículo 24 dice:
“TODO HOMBRE ES LIBRE PARA PROFESAR LA CREENCIA RELIGIOSA QUE MAS LE AGRADE Y PARA PRACTICAR LAS CEREMONIAS, DEVOCIONES O ACTOS DEL CULTO RESPECTIVO, SIEMPRE QUE NO CONSTITUYAN UN DELITO O FALTA PENADOS POR LA LEY.EL CONGRESO NO PUEDE DICTAR LEYES QUE ESTABLEZCAN O PROHIBAN RELIGION ALGUNA. LOS ACTOS RELIGIOSOS DE CULTO PUBLICO SE CELEBRARAN ORDINARIAMENTE EN LOS TEMPLOS. LOS QUE EXTRAORDINARIAMENTE SE CELEBREN FUERA DE ESTOS SE SUJETARAN A LA LEY REGLAMENTARIA.”
Hace unos días, se escuchó la noticia que el artículo 24 sería reformado. El diputado del PRI José R. López Pescador, propuso que se modificara el artículo 24 constitucional para que agregar al texto original lo siguiente: "el Estado respetará la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". Esto, desde mi punto de vista es un error grave. Abre la puerta a que cualquier religión pueda ser enseñada en escuelas públicas; de las privadas ni hablemos dado que éstas han existido como parte de iglesias desde hace décadas en nuestro país, a la vista del Estado “Laico” (sin embargo, el artículo 40 constitucional no menciona en ningún momento que el Estado es laico).
Mi defensa en pro del laicismo del Estado – y sobretodo de la educación – se debe a experiencia propia. Yo estudié mi primaria y secundaria en una escuela perteneciente a una orden de religiosas católicas. Por supuesto que en lo general mi experiencia fue buena (y creo que el resultado también). Sin embargo, no deja de sorprenderme el evento que narraré: durante el segundo o tercer año de secundaria, recuerdo que en Ciencias Naturales (aún no las separaban en Física, Química ni Biología), estudiamos el origen de la vida y la Teoría (que insisto, debería ser Ley) de la Evolución. Me pareció fascinante, al punto que me leí el libro de A.I.Oparin “El Origen de la Vida” – libro por cierto brindado por mis Padrinos, ambos investigadores. Me fascinó encontrar una explicación lógica y razonable del origen de la vida. Sin embargo, poco después, al estar en una escuela de religiosas católicas, en alguna de las clases de religión (católica) se mencionó que la Dios había creado al mundo en siete días y que Él creó la vida de un plumazo. Por desgracia mía, me preguntaron mi opinión, dando rienda suelta a mi emoción por explicar un origen bioquímico de la vida y concluir que somos el resultado de quince mil millones de años de evolución – años más, años menos. Como podrán adivinar, a la reverenda religiosa mi opinión sobre el origen de la vida no le gustó. Prácticamente me dijo que esas eran “teorías, pero que la realidad de las cosas era que Dios había hecho todo y punto”. Contra argumenté, pero el resultado: un cinco de calificación, el cual afortunadamente no influyó en ningún aspecto para proseguir mis estudios superiores.
Más allá de lo anecdótico, este evento – que considero relevante en mi formación – me abrió los ojos a una dicotomía: ¿cómo profesar una religión – sobretodo la católica, con sus innumerables dogmas – que no admite razón sobre temas centrales, y al mismo tiempo ser un firme creyente de la Ciencia? ¿Cómo enseñar de lleno en una escuela mezclando religión y ciencia? Desde mi punto de vista no es factible.
Hoy día, con el conocimiento científico y la libertad religiosa que gozamos, se han logrado maravillas en nuestra vida cotidiana. Sin ciencia, la vida como la conocemos hoy día no podría ser. Pensemos en la producción de alimentos, fármacos, computadoras, etc. Simple y sencillamente, sin ciencia pura no sería posible tenerlos.
Por lo tanto, creo que la educación debe ser cien por ciento laica, sin limitaciones religiosas que lo único que pueden hacer es confundir a los estudiantes. La religión – entre otras muchas cosas – se obtiene en casa y es allí y en los templos donde debe ser difundida y enseñada. La religión limita la ciencia y el conocimiento. Lo hizo durante siglos. No es coincidencia que a partir de que existe libertad religiosa y estados laicos la humanidad a avanzado como nunca.
No busco la eliminación de la religión, sino el laicismo de la educación. Como siempre, me despido con una cita de un francés universal, François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire: “Una falsa ciencia hace ateos; una verdadera ciencia prosterna al hombre ante la divinidad.”
viernes, 3 de febrero de 2012
viernes, 20 de enero de 2012
Sobre las campañas rumbo a 2012
Ya desde hace meses empezamos a inundarnos de noticias sobre precandidatos, candidatos y encuestas; además, encontramos franca publicidad dizque enfocada sólo a miembros de ciertos partidos políticos. Para muchos de nosotros, esto es normal porque siempre ha sido así en este país. Pero quiero reflexionar un poco sobre el costo de esto para México, desde mi punto vista.
El IFE, más que convertirse en un instituto ciudadano para control de los partidos, se convirtió en un feudo de partidos, diseñado para brindarles más y más recursos – provenientes de impuestos – para costear campañas. Hasta 2007, los partidos políticos se financiaban directamente de recursos públicos; a partir de ese año, es el IFE quien debe financiar a los partidos, además de todas sus demás funciones. Esto ha hecho que el presupuesto de ese instituto sea astronómico.
Tan sólo en 2010, el presupuesto asignado a los partidos fue de $3,197,122,019.16 M.N. ¡Más de tres mil millones de pesos! Y eso fue en un año que no hay campaña. En 2012, el financiamiento a partidos será similar: $3,370,000,000 M.N. De ese dinero, $1,680,000,000 M.N. serán utilizados sólo para campañas políticas federales .
¿Es justo que todo ese dinero sea invertido en partidos políticos? ¿Por qué debemos los ciudadanos pagarlos con nuestros impuestos? Yo estoy a favor de que mis impuestos se utilicen en el funcionamiento del Estado, pero no el financiamiento de partidos. En otros países, los partidos deben hacerse de recursos por sus propios medios dado que no les es asignado presupuesto alguno. Me dicen que en México eso no es posible porque no se podría evitar que se recibiera dinero ilícito, o evitar favores sería inevitable. Creo que estamos lejos de que el financiarlos con nuestros impuestos mejore eso. Creo firmemente que deberíamos eliminar el financiamiento de partidos para evitar que sean parasitarios del Estado – tal y como lo ha venido siendo desde la fundación del PNR (actual PRI) en 1929 – y al igual que todos se ganen con trabajo su dinero.
Por otro lado, ¿cómo harán campaña los partidos políticos? Ya lo estamos viendo. Aunque se redujo la capacidad de comprar tiempo aire de televisión y radio, la que llamo “basura electoral” (mantas, carteles, y demás artículos promocionales de campaña) invade poco a poco – o mucho a mucho – las ciudades del país. Los noticieros no dejan de mostrar imágenes de candidatos (aunque se proclamen como precandidatos), marcando claras tendencias para el PRI. Las campañas “en forma” están por empezar. Veremos más y más golpeteo por parte de unos y de otros.
Lo más triste de todo, es que veo que el nivel (al menos académico) de los candidatos va a la baja franca. De tener doctores en economía como candidatos (E.Zedillo, C.Salinas de Gortari), tenemos ahora a gente que tiene maestrías en administración de empresas (E.Peña Nieto), diplomados (J.Vázquez Mota) y licenciados (A.M.López Obrador). El presidente actual, F.Calderón Hinojosa cuenta con una maestría, al menos. Y no olvidemos a Fox, quien concluyó su licenciatura durante su presidencia… Sé que el grado académico no necesariamente indica lo bien que administrará el presidente, sin embargo es un buen indicador de la calidad del candidado.
Al final, he llegado a las conclusiones:
- No existe la democracia y no creo en ella. Nosotros no seleccionamos a los candidatos y sólo se nos da elegir entre opciones que no necesariamente son las que deseamos. Quiénes y por qué coloca esos candidatos son los que controlan al país. Tampoco creo que una democracia sea lo mejor en un pueblo como México, con tan poca educación. El pueblo sólo elegirá pan y circo, y virgen de Guadalupe en nuestro caso.
- A menos que nos involucremos más, nada cambiará. Los diputados, senadores y autoridades no cambiarán ni un ápice de la Ley que los obligue a restringir sus privilegios a menos que nos organicemos más.
- El inminente triunfo del PRI es una muestra de lo jodido del pueblo mexicano. Y sí, con esas palabras. Jodido en todo aspecto: desde el nutricional al laboral. La educación paupérrima es probablemente la principal causa de los problemas de este país. También la educación que recibimos en casa (cómo explicar que un país que se dice católico es tan corrupto). Y no es que esté a favor de uno u otro partido, pero veo como un verdadero retroceso el que gane el PRI. E.Peña Nieto es un títere de individuos realmente peligrosos.
Muchas más conclusiones y temas podría explorar. Pero por el momento, como de costumbre, me despido con una cita, en esta ocasión de A.Bierce, autor estadounidense, que describe muy bien a la política nacional:
“La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares.”
El IFE, más que convertirse en un instituto ciudadano para control de los partidos, se convirtió en un feudo de partidos, diseñado para brindarles más y más recursos – provenientes de impuestos – para costear campañas. Hasta 2007, los partidos políticos se financiaban directamente de recursos públicos; a partir de ese año, es el IFE quien debe financiar a los partidos, además de todas sus demás funciones. Esto ha hecho que el presupuesto de ese instituto sea astronómico.
Tan sólo en 2010, el presupuesto asignado a los partidos fue de $3,197,122,019.16 M.N. ¡Más de tres mil millones de pesos! Y eso fue en un año que no hay campaña. En 2012, el financiamiento a partidos será similar: $3,370,000,000 M.N. De ese dinero, $1,680,000,000 M.N. serán utilizados sólo para campañas políticas federales .
¿Es justo que todo ese dinero sea invertido en partidos políticos? ¿Por qué debemos los ciudadanos pagarlos con nuestros impuestos? Yo estoy a favor de que mis impuestos se utilicen en el funcionamiento del Estado, pero no el financiamiento de partidos. En otros países, los partidos deben hacerse de recursos por sus propios medios dado que no les es asignado presupuesto alguno. Me dicen que en México eso no es posible porque no se podría evitar que se recibiera dinero ilícito, o evitar favores sería inevitable. Creo que estamos lejos de que el financiarlos con nuestros impuestos mejore eso. Creo firmemente que deberíamos eliminar el financiamiento de partidos para evitar que sean parasitarios del Estado – tal y como lo ha venido siendo desde la fundación del PNR (actual PRI) en 1929 – y al igual que todos se ganen con trabajo su dinero.
Por otro lado, ¿cómo harán campaña los partidos políticos? Ya lo estamos viendo. Aunque se redujo la capacidad de comprar tiempo aire de televisión y radio, la que llamo “basura electoral” (mantas, carteles, y demás artículos promocionales de campaña) invade poco a poco – o mucho a mucho – las ciudades del país. Los noticieros no dejan de mostrar imágenes de candidatos (aunque se proclamen como precandidatos), marcando claras tendencias para el PRI. Las campañas “en forma” están por empezar. Veremos más y más golpeteo por parte de unos y de otros.
Lo más triste de todo, es que veo que el nivel (al menos académico) de los candidatos va a la baja franca. De tener doctores en economía como candidatos (E.Zedillo, C.Salinas de Gortari), tenemos ahora a gente que tiene maestrías en administración de empresas (E.Peña Nieto), diplomados (J.Vázquez Mota) y licenciados (A.M.López Obrador). El presidente actual, F.Calderón Hinojosa cuenta con una maestría, al menos. Y no olvidemos a Fox, quien concluyó su licenciatura durante su presidencia… Sé que el grado académico no necesariamente indica lo bien que administrará el presidente, sin embargo es un buen indicador de la calidad del candidado.
Al final, he llegado a las conclusiones:
- No existe la democracia y no creo en ella. Nosotros no seleccionamos a los candidatos y sólo se nos da elegir entre opciones que no necesariamente son las que deseamos. Quiénes y por qué coloca esos candidatos son los que controlan al país. Tampoco creo que una democracia sea lo mejor en un pueblo como México, con tan poca educación. El pueblo sólo elegirá pan y circo, y virgen de Guadalupe en nuestro caso.
- A menos que nos involucremos más, nada cambiará. Los diputados, senadores y autoridades no cambiarán ni un ápice de la Ley que los obligue a restringir sus privilegios a menos que nos organicemos más.
- El inminente triunfo del PRI es una muestra de lo jodido del pueblo mexicano. Y sí, con esas palabras. Jodido en todo aspecto: desde el nutricional al laboral. La educación paupérrima es probablemente la principal causa de los problemas de este país. También la educación que recibimos en casa (cómo explicar que un país que se dice católico es tan corrupto). Y no es que esté a favor de uno u otro partido, pero veo como un verdadero retroceso el que gane el PRI. E.Peña Nieto es un títere de individuos realmente peligrosos.
Muchas más conclusiones y temas podría explorar. Pero por el momento, como de costumbre, me despido con una cita, en esta ocasión de A.Bierce, autor estadounidense, que describe muy bien a la política nacional:
“La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares.”
jueves, 23 de junio de 2011
Irresponsabilidad financiera a gran y pequeña escala.
Iba a hacer una entrada referente a la inseguridad y cómo afecta a la vida diaria de alguien como yo. Afortunadamente no me ha sucedido nada (ni a mi familia); pero con tantas publicaciones al respecto y pocas ideas que puedo agregar, se me hizo más interesante comentar una noticia que leí el día de hoy: “bancos europeos deben 30 euros para cada uno que tienen de capital”.
Parafraseando a CNNExpansion.com, uno creería que los bancos griegos, portugueses o irlandeses – países que deben más que su PIB – serían los más emproblemados. Sin embargo, son los bancos de los motores de la Unión Europea – Alemania y Francia – aquellos con la situación más frágil. Básicamente, por cada euro que tienen de capital propio deben 30 euros (o más). Haciendo un símil, imagínese que usted cuenta con $10,000 de ahorro; esto significaría que sus deudas ascenderían a $300,000. Lehman Brothers estaba en una situación similar antes de quebrar e iniciar – oficialmente – la Gran Recesión de 2008.
Con la siempre presente posibilidad de que Grecia entre en moratoria de pagos de su deuda soberana, los bancos a los que debe deben preocuparse. Nuevamente, parafraseando a CNNExpansion.com, una falta de liquidez puede llevarlos a una consecuente falta de confianza de sus acreedores: fondos de inversión estadounidenses. Todo esto conllevaría a un remolino que indiscutiblemente nos afectaría. Los capitales de inversión se irían a lugares más seguros como los EUA (con todo y sus problemas de endeudamiento), Japón o Reino Unido. Menos dólares en México significan un dólar más caro, menos inversiones, y un largo etcétera.
Ahora bien, la irresponsabilidad financiera no sólo se da en grandes grupos financieros. Nosotros mismos podemos ser víctimas de nuestra irresponsabilidad financiera. Hay una fórmula – la más básica de Economía – que dice que si el Ingreso es mayor al gasto se tendrá un sobrante; por el contrario, si el ingreso es menor al gasto se tendrá pérdida (o deuda). Yo encuentro dicha fórmula súper sencilla e infalible. La gran pregunta es por qué la gente se endeuda más de lo que puede pagar.
Las respuestas a la anterior pregunta son muchas y van desde lo aspiracional hasta la compulsión. No obstante, al final de cuentas lo que importa es cuánto estamos dispuestos a endeudarnos por gozar de bienes y servicios. Los especialistas en finanzas personales sugieren que no sea más del 30%, sin incluir deuda hipotecaria (la cual es patrimonial). El tener deudas que se comen todo el presupuesto mensual o hasta más sólo provoca que caigamos en más y más deuda: ya sea por tasas de interés o por pedir más prestado. Esto sin considerar los efectos colaterales que se pueden provocar las ansias y el estrés en nuestra salud.
Si se me permite recomendar, creo que uno debe tener lo que puede pagar en el plazo del corte y fecha límite de pago de su tarjeta. Tan simple como eso. Comprar lo que se pueda. Añadiría que, de ser posible, se ahorre no menos del 10% del ingreso mensual. Aunque si se tienen deudas, primero salir de ellas y posteriormente ahorrar. Gastemos lo que tenemos, no lo que creamos que tendremos.
Como de costumbre, me despido con una cita interesante que a su vez es recomendación: “Es mejor acostarse sin cenar que levantarse con deudas”. Benjamín Franklin.
Parafraseando a CNNExpansion.com, uno creería que los bancos griegos, portugueses o irlandeses – países que deben más que su PIB – serían los más emproblemados. Sin embargo, son los bancos de los motores de la Unión Europea – Alemania y Francia – aquellos con la situación más frágil. Básicamente, por cada euro que tienen de capital propio deben 30 euros (o más). Haciendo un símil, imagínese que usted cuenta con $10,000 de ahorro; esto significaría que sus deudas ascenderían a $300,000. Lehman Brothers estaba en una situación similar antes de quebrar e iniciar – oficialmente – la Gran Recesión de 2008.
Con la siempre presente posibilidad de que Grecia entre en moratoria de pagos de su deuda soberana, los bancos a los que debe deben preocuparse. Nuevamente, parafraseando a CNNExpansion.com, una falta de liquidez puede llevarlos a una consecuente falta de confianza de sus acreedores: fondos de inversión estadounidenses. Todo esto conllevaría a un remolino que indiscutiblemente nos afectaría. Los capitales de inversión se irían a lugares más seguros como los EUA (con todo y sus problemas de endeudamiento), Japón o Reino Unido. Menos dólares en México significan un dólar más caro, menos inversiones, y un largo etcétera.
Ahora bien, la irresponsabilidad financiera no sólo se da en grandes grupos financieros. Nosotros mismos podemos ser víctimas de nuestra irresponsabilidad financiera. Hay una fórmula – la más básica de Economía – que dice que si el Ingreso es mayor al gasto se tendrá un sobrante; por el contrario, si el ingreso es menor al gasto se tendrá pérdida (o deuda). Yo encuentro dicha fórmula súper sencilla e infalible. La gran pregunta es por qué la gente se endeuda más de lo que puede pagar.
Las respuestas a la anterior pregunta son muchas y van desde lo aspiracional hasta la compulsión. No obstante, al final de cuentas lo que importa es cuánto estamos dispuestos a endeudarnos por gozar de bienes y servicios. Los especialistas en finanzas personales sugieren que no sea más del 30%, sin incluir deuda hipotecaria (la cual es patrimonial). El tener deudas que se comen todo el presupuesto mensual o hasta más sólo provoca que caigamos en más y más deuda: ya sea por tasas de interés o por pedir más prestado. Esto sin considerar los efectos colaterales que se pueden provocar las ansias y el estrés en nuestra salud.
Si se me permite recomendar, creo que uno debe tener lo que puede pagar en el plazo del corte y fecha límite de pago de su tarjeta. Tan simple como eso. Comprar lo que se pueda. Añadiría que, de ser posible, se ahorre no menos del 10% del ingreso mensual. Aunque si se tienen deudas, primero salir de ellas y posteriormente ahorrar. Gastemos lo que tenemos, no lo que creamos que tendremos.
Como de costumbre, me despido con una cita interesante que a su vez es recomendación: “Es mejor acostarse sin cenar que levantarse con deudas”. Benjamín Franklin.
Maternidad, ¿el ser mujer?
Hace poco escribí sobre la paternidad. Titulé dicha entrada como “Paternidad Forzada” en una clara referencia a mi sentir. Múltiples comentarios y sentires he recibido y reconocido por esta publicación. Desde los que estuvieron a favor, en contra, objetivos, sentidos… en fin, una buena cantidad de letras. Siempre es sabroso leer dichos comentarios porque me enriquecen y, en algunos sentidos, hacen cambiar algunas de mis opiniones o, como en esta ocasión, reflexionar.
La maternidad es una de las grandes maravillas de la naturaleza. Crea un lazo psíquico tan fuerte entre la madre y el hijo que rompe la barrera biológica. Cada vez que leo o escucho de las maravillas de cómo un niño se gesta más me sorprendo. Millones de años de evolución han resultado en una relación que como dije, va más allá de lo biológico entre la madre y su cría.
La evolución ha dotado al ser humano – o a la gran mayoría de ellos – con una necesidad de reproducirse que – desde mi punto de vista – fue uno de los factores que ayudó a que esta especie poblara el mundo. Mientras el macho se preocupaba por esparcir sus genes, la hembra se preocupaba por mantenerlos vivos. Por este motivo, es la mujer la que desarrolló un lazo afectivo más emotivo con su cría que el hombre. La búsqueda de ese lazo formó parte de su ser como mujer.
Ahora bien, no todas las mujeres buscan tener hijos. Muchas porque no se imaginan como madres, otras porque dan prioridad a su carrera y otras porque simplemente no tienen oportunidad de encontrar pareja (todas las anteriores aplican para los hombres). Para mí, eso las hace tan mujeres como aquellas que tienen hijos. No me involucraré en temas morales – religiosos en si la mujer se consolida como tal siendo madre. Para mí son patrañas. Quien quiere reproducirse puede recurrir a muchos métodos que hoy en día existen. El objetivo de esta publicación es otro.
Al inicio de esta publicación mencioné que muchos comentarios a mi blog me han ayudado a enriquecer mi criterio. En esta ocasión, reflexioné en que el que yo no quiera hijos no necesariamente es la elección que mi señora desee. Por mucho que ella conozca o conociera mi opinión al respecto reflexioné: no puedo negarle a ella el derecho a ser madre. Muchos me dirán que puede ser un flaco favor si lo hago sin ánimo o si es por miedo a perderla. Por el contario, sólo por amor a ella lo haría. Amar es recibir pero también dar. Mi gusto o disgusto por las crías no ha cambiado, pero sí mi tajante idea de no desear que mi señora goce de ese triunfo de la evolución que es la maternidad.
Como de costumbre me despido con una cita, en esta ocasión de Honoré de Balzac: “Jamás en la vida encontrarás ternura mejor más desinteresada que la de tu madre”.
La maternidad es una de las grandes maravillas de la naturaleza. Crea un lazo psíquico tan fuerte entre la madre y el hijo que rompe la barrera biológica. Cada vez que leo o escucho de las maravillas de cómo un niño se gesta más me sorprendo. Millones de años de evolución han resultado en una relación que como dije, va más allá de lo biológico entre la madre y su cría.
La evolución ha dotado al ser humano – o a la gran mayoría de ellos – con una necesidad de reproducirse que – desde mi punto de vista – fue uno de los factores que ayudó a que esta especie poblara el mundo. Mientras el macho se preocupaba por esparcir sus genes, la hembra se preocupaba por mantenerlos vivos. Por este motivo, es la mujer la que desarrolló un lazo afectivo más emotivo con su cría que el hombre. La búsqueda de ese lazo formó parte de su ser como mujer.
Ahora bien, no todas las mujeres buscan tener hijos. Muchas porque no se imaginan como madres, otras porque dan prioridad a su carrera y otras porque simplemente no tienen oportunidad de encontrar pareja (todas las anteriores aplican para los hombres). Para mí, eso las hace tan mujeres como aquellas que tienen hijos. No me involucraré en temas morales – religiosos en si la mujer se consolida como tal siendo madre. Para mí son patrañas. Quien quiere reproducirse puede recurrir a muchos métodos que hoy en día existen. El objetivo de esta publicación es otro.
Al inicio de esta publicación mencioné que muchos comentarios a mi blog me han ayudado a enriquecer mi criterio. En esta ocasión, reflexioné en que el que yo no quiera hijos no necesariamente es la elección que mi señora desee. Por mucho que ella conozca o conociera mi opinión al respecto reflexioné: no puedo negarle a ella el derecho a ser madre. Muchos me dirán que puede ser un flaco favor si lo hago sin ánimo o si es por miedo a perderla. Por el contario, sólo por amor a ella lo haría. Amar es recibir pero también dar. Mi gusto o disgusto por las crías no ha cambiado, pero sí mi tajante idea de no desear que mi señora goce de ese triunfo de la evolución que es la maternidad.
Como de costumbre me despido con una cita, en esta ocasión de Honoré de Balzac: “Jamás en la vida encontrarás ternura mejor más desinteresada que la de tu madre”.
jueves, 16 de junio de 2011
Paternidad Forzada
Hace mucho que no hago una entrada a este blog. Es más, hasta uno nuevo estoy planeando, el cual espero no abandonar como éste. Y no, el tema de esta entrada no se debe a que haya tenido un embarazo no deseado; más bien, quiero abordar el tema de aquellos embarazos cien por ciento planificados, pero no deseados.
Mucho se ha hablado de los embarazos no deseados, sobre todo entre menores de edad y jóvenes estudiantes. Estos son los peores casos, dado que las criaturas nacidas en estas circunstancias enfrentan situaciones como rechazo – de sus padres y social – así como pobreza en las más veces. También existen embarazos entre parejas casadas (o en concubinato) que no son planeados y que pueden sufrir la misma situación. Sin embargo, ¿qué sobre aquellos niños concebidos por presión social o familar? Puede ser que no enfrenten rechazo social ni pobreza (esto en el entendido que una planificación familiar es más común en parejas de niveles socioculturales más altos), pero sí pueden enfrentar un rechazo parental significativo.
¿Cuáles son los motivos para que una pareja decida tener un hijo de manera forzada? Veo dos casos:
a) Cuando uno de los cónyuges desea procrear y el otro no.
b) Cuando ambos no desean realmente procrear y ceden ante presiones familiares o sociales.
Veo más grave la primera dado que puede llevar a que la pareja se separe. Después de todo, la necesidad de reproducirse (necesidad biológica – psíquica) puede más que la decisión racional. Esta diferencia puede ser irreconciliable. Sin embargo, imagino que al final la parte que no desea hijos termina cediendo con tal de no perder a su pareja. Encuentro lamentable la situación recién descrita. Es, en esencia, un juego de ruleta rusa para el producto. ¿Será querido? ¿Será amado por sus dos padres? ¿Sentirá rechazo durante su desarrollo? Es una ruleta rusa porque es jugar a que “la naturaleza” hará querer a esa criatura. ¿Será? ¿Y si no? Los efectos negativos potenciales para la criatura son amplios.
Como casado, he sufrido la presión familiar y social. La encuentro de muy mal gusto. ¿Qué le importa a la gente si se desea o no un hijo? Al final, la decisión es de pareja. Excusas para tener un hijo son muchas:
- Que es muy padre
- Que si no quiero hijos, ¿para qué me casé?
- Que cambiaré cuando nazca
- Que son la felicidad plena
- Que es la manera de trascender
- Etc, etc.
A todas tengo respuesta:
- "Que es muy padre." También a mí me gusta el automovilismo y el rugby y no por eso quiero que todo mundo se ande partiendo la madre jugando o corriendo.
- "¿Qué para qué me casé?" Pues porque deseo vivir en pareja con la persona que amo, no con aquella que no ha llegado.
- "Que cambiaré cuando nazca." ¿Y si no?
- "Que son la felicidad plena." De acuerdo, pero para quien desea hijos.
- "Que es la manera de trascender." Pues será genéticamente, porque espero trascender por mis actos y legado.
No estoy en contra de los niños. Simplemente no me gustan y no me he visto nunca como padre. No es parte de mi formación como ser humano el tener hijos. No lo veo como algo natural porque en tanto que seres humanos, nuestra naturaleza es romper la naturaleza misma. Conozco gente que desea, con todas sus fuerzas, ser padres. Hay quienes no pueden y desean forzar a la naturaleza a serlo. No estoy en contra. Simplemente somos polos opuestos.
Personalmente, creo que caeré dentro de la primera opción. Lo digo sin tapujos. Lo haré porque amo a mi esposa y sé que eso la hará feliz. Jamás me he visto como papá. ¿Qué tanto cambiaré yo? Puede que nada. Puede que mucho. Como dije, es una ruleta rusa.
Y hablando de cuestiones rusas, me despido con dos citas (una de un ruso):
“Los hijos son tormento, y no otra cosa.” Lev Tolstoi
“Es un dichoso infortunio el no tener hijos.” Eurípides de Salamina
Mucho se ha hablado de los embarazos no deseados, sobre todo entre menores de edad y jóvenes estudiantes. Estos son los peores casos, dado que las criaturas nacidas en estas circunstancias enfrentan situaciones como rechazo – de sus padres y social – así como pobreza en las más veces. También existen embarazos entre parejas casadas (o en concubinato) que no son planeados y que pueden sufrir la misma situación. Sin embargo, ¿qué sobre aquellos niños concebidos por presión social o familar? Puede ser que no enfrenten rechazo social ni pobreza (esto en el entendido que una planificación familiar es más común en parejas de niveles socioculturales más altos), pero sí pueden enfrentar un rechazo parental significativo.
¿Cuáles son los motivos para que una pareja decida tener un hijo de manera forzada? Veo dos casos:
a) Cuando uno de los cónyuges desea procrear y el otro no.
b) Cuando ambos no desean realmente procrear y ceden ante presiones familiares o sociales.
Veo más grave la primera dado que puede llevar a que la pareja se separe. Después de todo, la necesidad de reproducirse (necesidad biológica – psíquica) puede más que la decisión racional. Esta diferencia puede ser irreconciliable. Sin embargo, imagino que al final la parte que no desea hijos termina cediendo con tal de no perder a su pareja. Encuentro lamentable la situación recién descrita. Es, en esencia, un juego de ruleta rusa para el producto. ¿Será querido? ¿Será amado por sus dos padres? ¿Sentirá rechazo durante su desarrollo? Es una ruleta rusa porque es jugar a que “la naturaleza” hará querer a esa criatura. ¿Será? ¿Y si no? Los efectos negativos potenciales para la criatura son amplios.
Como casado, he sufrido la presión familiar y social. La encuentro de muy mal gusto. ¿Qué le importa a la gente si se desea o no un hijo? Al final, la decisión es de pareja. Excusas para tener un hijo son muchas:
- Que es muy padre
- Que si no quiero hijos, ¿para qué me casé?
- Que cambiaré cuando nazca
- Que son la felicidad plena
- Que es la manera de trascender
- Etc, etc.
A todas tengo respuesta:
- "Que es muy padre." También a mí me gusta el automovilismo y el rugby y no por eso quiero que todo mundo se ande partiendo la madre jugando o corriendo.
- "¿Qué para qué me casé?" Pues porque deseo vivir en pareja con la persona que amo, no con aquella que no ha llegado.
- "Que cambiaré cuando nazca." ¿Y si no?
- "Que son la felicidad plena." De acuerdo, pero para quien desea hijos.
- "Que es la manera de trascender." Pues será genéticamente, porque espero trascender por mis actos y legado.
No estoy en contra de los niños. Simplemente no me gustan y no me he visto nunca como padre. No es parte de mi formación como ser humano el tener hijos. No lo veo como algo natural porque en tanto que seres humanos, nuestra naturaleza es romper la naturaleza misma. Conozco gente que desea, con todas sus fuerzas, ser padres. Hay quienes no pueden y desean forzar a la naturaleza a serlo. No estoy en contra. Simplemente somos polos opuestos.
Personalmente, creo que caeré dentro de la primera opción. Lo digo sin tapujos. Lo haré porque amo a mi esposa y sé que eso la hará feliz. Jamás me he visto como papá. ¿Qué tanto cambiaré yo? Puede que nada. Puede que mucho. Como dije, es una ruleta rusa.
Y hablando de cuestiones rusas, me despido con dos citas (una de un ruso):
“Los hijos son tormento, y no otra cosa.” Lev Tolstoi
“Es un dichoso infortunio el no tener hijos.” Eurípides de Salamina
lunes, 4 de enero de 2010
Rascacielos contra Récords Guiness
El día de hoy leí la noticia de que en la capital de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) acaban de inaugurar la construcción de la Torre Burj Dubai, la cual excederá en 300 m. a la más alta actualmente. El costo de esta construcción será de la friolera de más de $1,500 millones de dólares (americanos). Esto es más de $19,500,000,000 de pesos mexicanos. Mientras tanto, en México se dio la noticia que se rompió la marca de la rosca de reyes más grande del mundo, rompiendo un Récord Guiness. El costo fue de más de $1,000,000 de pesos, es decir, casi $77,000 dólares americanos.
Muchos podrán decir que en los árabes son ricos, pues nadan en petróleo. Correcto, pero México tuvo, y posiblemente tiene, mucho, muchísimo petróleo. Es más, México tiene una economía mucho, mucho más diversificada que la árabe. Es más, comparados a través del tamaño de economía, con el indicador producto interno bruto (PIB), México es la economía número 12 mientras que los Emiratos Árabes Unidos son la 51. Esto es, somos un país mucho más rico. Pero, ¡oh sorpresa! Cuando dividimos ese PIB entre la población económicamente activa (PEA), es decir, la que puede trabajar, nos encontramos que los papeles se invierten: México es el país número 47 y los EAU son el 12. Es decir, menos personas producen más dinero.
Y esto no es cosa menor. Los árabes nos superan casi en 4 veces en el indicador PIB per cápita. Esto significa que en promedio, los árabes gozan de mejor nivel de vida porque tienen más dinero que gastar. Así de simple. Olvidémonos de índices de calidad de vida, etc. Calidad de vida se relaciona directamente con el dinero disponible para el gasto. O, en el caso de un país, para su inversión.
Los EAU son uno de los países que más invierte en sí mismos, convirtiéndose poco a poco en un destino turístico de muy alto nivel. Saben que el petróleo se terminará más tarde que temprano. México no invierte ni en su gallina de los huevos de oro: PEMEX. Por eso el petróleo nacional está terminando. No se invierte, no se explora.
Y no me detendré a explorar las causas de estos males. Son conocidas somos todos los mexicanos los culpables de esto. Somos culpables en nuestra complicidad con la corrupción. Somos culpables en nuestro conformismo. Somos culpables en nuestra falta de curiosidad del mundo. Somos culpables cuando no exigimos lo que nos corresponde. Somos culpables cuando queremos que “papá gobierno” nos mantenga. Somos culpables cuando no exigimos a los políticos y autoridades.
Así que bueno, mientras rompemos Récords Guiness de roscas de reyes, personas observando el cielo o con más nudistas en la Plaza de la Constitución, otros países están rompiendo sus récords internos de inversión y crecimiento.
Como de costumbre, me despido con una cita, en esta ocasión del español José Ortega y Gasset: “Lo que hace magníficos a los pueblos no es principalmente la altura de sus hombres grandes, sino la de sus innumerables mediocres.”
Muchos podrán decir que en los árabes son ricos, pues nadan en petróleo. Correcto, pero México tuvo, y posiblemente tiene, mucho, muchísimo petróleo. Es más, México tiene una economía mucho, mucho más diversificada que la árabe. Es más, comparados a través del tamaño de economía, con el indicador producto interno bruto (PIB), México es la economía número 12 mientras que los Emiratos Árabes Unidos son la 51. Esto es, somos un país mucho más rico. Pero, ¡oh sorpresa! Cuando dividimos ese PIB entre la población económicamente activa (PEA), es decir, la que puede trabajar, nos encontramos que los papeles se invierten: México es el país número 47 y los EAU son el 12. Es decir, menos personas producen más dinero.
Y esto no es cosa menor. Los árabes nos superan casi en 4 veces en el indicador PIB per cápita. Esto significa que en promedio, los árabes gozan de mejor nivel de vida porque tienen más dinero que gastar. Así de simple. Olvidémonos de índices de calidad de vida, etc. Calidad de vida se relaciona directamente con el dinero disponible para el gasto. O, en el caso de un país, para su inversión.
Los EAU son uno de los países que más invierte en sí mismos, convirtiéndose poco a poco en un destino turístico de muy alto nivel. Saben que el petróleo se terminará más tarde que temprano. México no invierte ni en su gallina de los huevos de oro: PEMEX. Por eso el petróleo nacional está terminando. No se invierte, no se explora.
Y no me detendré a explorar las causas de estos males. Son conocidas somos todos los mexicanos los culpables de esto. Somos culpables en nuestra complicidad con la corrupción. Somos culpables en nuestro conformismo. Somos culpables en nuestra falta de curiosidad del mundo. Somos culpables cuando no exigimos lo que nos corresponde. Somos culpables cuando queremos que “papá gobierno” nos mantenga. Somos culpables cuando no exigimos a los políticos y autoridades.
Así que bueno, mientras rompemos Récords Guiness de roscas de reyes, personas observando el cielo o con más nudistas en la Plaza de la Constitución, otros países están rompiendo sus récords internos de inversión y crecimiento.
Como de costumbre, me despido con una cita, en esta ocasión del español José Ortega y Gasset: “Lo que hace magníficos a los pueblos no es principalmente la altura de sus hombres grandes, sino la de sus innumerables mediocres.”
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Impuestos: impuestos… ¿responsablemente?
Pues nuevamente, tanto el Poder Ejecutivo como el Poder Legislativo (con la tácita venia del Poder Judicial), hicieron de lado los intereses del país para anteponer los de ellos. Me refiero, por supuesto, a la Ley de Ingresos de 2010, el rimbombantemente llamado “Año del Bicentenario”.
Esta entrada a mi ya muy olvidado blog, no pretende ser un ensayo de tintes fiscalistas ni de gran contenido numérico. Quiero hablar, como en anteriores entradas, del sentimiento de impotencia y mi percepción de este tema.
Es interesante ver cómo es la política fiscal de México. Parece ser que fue una serie de eventos desafortunados para México: crisis global, precio del petróleo a la baja, inseguridad asustando a los inversionistas, influenza A H1N1. Los ingresos estimados para el Estado Mexicano cayeron estrepitosamente por falta de ingresos petroleros e impositivos. Hablaban de un faltante al menos de trescientos mil millones de pesos (poniéndolo en números se ve la dimensión de esta cifra: $300,000,000,000.00 M.N.). La pregunta era: ¿de dónde sacar el dinero? Una pregunta por cierto, difícil de contestar, sin duda.
Por un lado, existía la posibilidad de endeudarse con bancos y organismos internacionales. México, onceava potencia económica mundial, cuenta con la posibilidad de pedir dinero prestado a manos llenas. Sin embargo, el costo de esto es inmenso: endeudar a toda la presente generación en pos de no hacer cambios reales en la política fiscal mexicana. Sin embargo, el Poder Ejecutivo no deshecho esta posibilidad del todo: recibió el apoyo del Fondo Monetario Internacional, de los EUA, y de otros organismos, por no menos de cuarenta mil millones de pesos (nuevamente, poner esta cifra en número la hace ver más impresionante, tomando en cuenta que son dólares americanos: $40,000,000,000.00 USD). Este capital sería usado sólo en caso de extrema necesidad. Hasta donde sé, no se ha usado y es tan sólo un blindaje para el Gobierno.
Por otro lado, existía la posibilidad de hacer un presupuesto de la Federación estimando un precio del petróleo mexicano muy por encima de lo estimado por analistas. Una apuesta riesgosa y atractiva. Durante años pasados, el precio del petróleo fue estimado muy por debajo de su precio real del mercado, dando al Gobierno recursos extraordinarios por este concepto. ¿Dónde esta ese dinero? En la creciente y creciente burocracia (no sólo la de bajos, sino la de altos ingresos), la ineficiencia de PEMEX, CFE y LyFC (afortunadamente, ésta última ya extinta), entre muchas otras dependencias gubernamentales, que en lugar de ser modernizadas (tanto en su marco legal como en la práctica), siguieron siendo subvencionadas por el Estado y por ese petróleo. Al final, el Poder Legislativo determinó un precio del crudo en concordancia con lo estimado por los analistas. Sabia decisión, desde mi punto de vista.
Última alternativa: elevar impuestos. En un mundo en crisis (literalmente), la mayoría de los países tuvieron el mismo problema que el nuestro: menor actividad económica y, por ende, menores ingresos fiscales. La mayoría de estos países decidieron irse por un camino que parecía suicida: disminuir los impuestos directos a los ingresos (llamados en muchos lados, incluso en México, “Impuesto sobre la Renta”); también redujeron los impuestos a las empresas, disminuyeron sus gastos corrientes (es decir, el gasto operativo del gobierno: salarios, materiales de oficina, etc.). No obstante, incrementaron los impuestos al consumo en una cantidad no exorbitante; también decidieron endeudarse en una cantidad manejable respecto a sus economías, es decir, en cantidades que no pusieran en riesgo la viabilidad operacional de su gobierno al largo plazo. ¿En qué redundó eso? Muchas de esas economías ya están saliendo o salieron de la recesión.
¿Qué decidió el Poder Legislativo? Cargar más impuestos a aquellos que ya pagamos, es decir a aquellos contribuyentes cautivos: empleados y empresas privadas ya registrados ante la autoridad tributaria. Debe decirse que el Poder Ejecutivo propuso a nuestros egregios diputados la imposición de un impuesto del 2% a alimentos y medicinas, hoy exentos de cualquier gravamen; pero también, el Poder Ejecutivo deseaba cargar más la mano a los que ya pagamos impuesto sobre la renta, para elevarlo de 28% a 30%. También quería elevar impuestos a tabacos y alcohol (afortunadamente no al vino tino), así como crear un impuesto de 4% a las telecomunicaciones, incluyendo Internet.
Lo que sucedió después de grilla y más grilla, fue que los diputados y senadores (representantes siempre de sus partidos, nunca de nosotros, quienes les pagamos), decidieron no imponer el 2% a alimentos y medicinas, sí imponer un impuesto sobre la renta de 30% tope y un impuesto a telecomunicaciones de 3%, sin incluir Internet (después de todo sólo el 10% de los mexicanos lo usa en casa y el resto en universidades y oficinas).
Me parece terrible que hayan obrado así porque en lugar de hacer que más gente pague más impuestos, siguen haciendo que quienes ya pagamos impuestos paguemos más. Mi propuesta fiscal sería la siguiente:
- Impuesto de 5% a alimentos y medicina, sin excepción
- ISR de 26% tope
- Impuestos más altos al tabaco y licores de alta graduación alcohólica
- Reducción de gasto corriente del gobierno en al menos 10% (menos prestaciones y bonos a burócratas en general porque, ¿qué derecho tienen ellos a ganar más que yo?)
Mi base para esta propuesta no está basada en ningún estudio económico, sino en el puro sentido común, por lo que puede ser sujeta a múltiples (si no es que a una total) correcciones.
Sin más, me despido, como de costumbre con una frase. En esta ocasión de un americano universal, Benjamin Franklin: “En este mundo no se puede estar seguro de nada, salvo de la muerte y de los impuestos.”
Esta entrada a mi ya muy olvidado blog, no pretende ser un ensayo de tintes fiscalistas ni de gran contenido numérico. Quiero hablar, como en anteriores entradas, del sentimiento de impotencia y mi percepción de este tema.
Es interesante ver cómo es la política fiscal de México. Parece ser que fue una serie de eventos desafortunados para México: crisis global, precio del petróleo a la baja, inseguridad asustando a los inversionistas, influenza A H1N1. Los ingresos estimados para el Estado Mexicano cayeron estrepitosamente por falta de ingresos petroleros e impositivos. Hablaban de un faltante al menos de trescientos mil millones de pesos (poniéndolo en números se ve la dimensión de esta cifra: $300,000,000,000.00 M.N.). La pregunta era: ¿de dónde sacar el dinero? Una pregunta por cierto, difícil de contestar, sin duda.
Por un lado, existía la posibilidad de endeudarse con bancos y organismos internacionales. México, onceava potencia económica mundial, cuenta con la posibilidad de pedir dinero prestado a manos llenas. Sin embargo, el costo de esto es inmenso: endeudar a toda la presente generación en pos de no hacer cambios reales en la política fiscal mexicana. Sin embargo, el Poder Ejecutivo no deshecho esta posibilidad del todo: recibió el apoyo del Fondo Monetario Internacional, de los EUA, y de otros organismos, por no menos de cuarenta mil millones de pesos (nuevamente, poner esta cifra en número la hace ver más impresionante, tomando en cuenta que son dólares americanos: $40,000,000,000.00 USD). Este capital sería usado sólo en caso de extrema necesidad. Hasta donde sé, no se ha usado y es tan sólo un blindaje para el Gobierno.
Por otro lado, existía la posibilidad de hacer un presupuesto de la Federación estimando un precio del petróleo mexicano muy por encima de lo estimado por analistas. Una apuesta riesgosa y atractiva. Durante años pasados, el precio del petróleo fue estimado muy por debajo de su precio real del mercado, dando al Gobierno recursos extraordinarios por este concepto. ¿Dónde esta ese dinero? En la creciente y creciente burocracia (no sólo la de bajos, sino la de altos ingresos), la ineficiencia de PEMEX, CFE y LyFC (afortunadamente, ésta última ya extinta), entre muchas otras dependencias gubernamentales, que en lugar de ser modernizadas (tanto en su marco legal como en la práctica), siguieron siendo subvencionadas por el Estado y por ese petróleo. Al final, el Poder Legislativo determinó un precio del crudo en concordancia con lo estimado por los analistas. Sabia decisión, desde mi punto de vista.
Última alternativa: elevar impuestos. En un mundo en crisis (literalmente), la mayoría de los países tuvieron el mismo problema que el nuestro: menor actividad económica y, por ende, menores ingresos fiscales. La mayoría de estos países decidieron irse por un camino que parecía suicida: disminuir los impuestos directos a los ingresos (llamados en muchos lados, incluso en México, “Impuesto sobre la Renta”); también redujeron los impuestos a las empresas, disminuyeron sus gastos corrientes (es decir, el gasto operativo del gobierno: salarios, materiales de oficina, etc.). No obstante, incrementaron los impuestos al consumo en una cantidad no exorbitante; también decidieron endeudarse en una cantidad manejable respecto a sus economías, es decir, en cantidades que no pusieran en riesgo la viabilidad operacional de su gobierno al largo plazo. ¿En qué redundó eso? Muchas de esas economías ya están saliendo o salieron de la recesión.
¿Qué decidió el Poder Legislativo? Cargar más impuestos a aquellos que ya pagamos, es decir a aquellos contribuyentes cautivos: empleados y empresas privadas ya registrados ante la autoridad tributaria. Debe decirse que el Poder Ejecutivo propuso a nuestros egregios diputados la imposición de un impuesto del 2% a alimentos y medicinas, hoy exentos de cualquier gravamen; pero también, el Poder Ejecutivo deseaba cargar más la mano a los que ya pagamos impuesto sobre la renta, para elevarlo de 28% a 30%. También quería elevar impuestos a tabacos y alcohol (afortunadamente no al vino tino), así como crear un impuesto de 4% a las telecomunicaciones, incluyendo Internet.
Lo que sucedió después de grilla y más grilla, fue que los diputados y senadores (representantes siempre de sus partidos, nunca de nosotros, quienes les pagamos), decidieron no imponer el 2% a alimentos y medicinas, sí imponer un impuesto sobre la renta de 30% tope y un impuesto a telecomunicaciones de 3%, sin incluir Internet (después de todo sólo el 10% de los mexicanos lo usa en casa y el resto en universidades y oficinas).
Me parece terrible que hayan obrado así porque en lugar de hacer que más gente pague más impuestos, siguen haciendo que quienes ya pagamos impuestos paguemos más. Mi propuesta fiscal sería la siguiente:
- Impuesto de 5% a alimentos y medicina, sin excepción
- ISR de 26% tope
- Impuestos más altos al tabaco y licores de alta graduación alcohólica
- Reducción de gasto corriente del gobierno en al menos 10% (menos prestaciones y bonos a burócratas en general porque, ¿qué derecho tienen ellos a ganar más que yo?)
Mi base para esta propuesta no está basada en ningún estudio económico, sino en el puro sentido común, por lo que puede ser sujeta a múltiples (si no es que a una total) correcciones.
Sin más, me despido, como de costumbre con una frase. En esta ocasión de un americano universal, Benjamin Franklin: “En este mundo no se puede estar seguro de nada, salvo de la muerte y de los impuestos.”
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