martes, 3 de febrero de 2009

Morirse en chiquito

Durante estos días me encuentro en la zona metropolitana de Monterrey, N.L. en un viaje de trabajo, que espero le dé más trabajo a la empresa en la que laboro, sobretodo en estos días complicados.

Aunque no es la primera vez que vengo, sí es la que más recordaré, al menos hasta que algún otro evento le imprima un sello particular a otra visita futura. El citado evento simple y sencillamente es una terrible indigestión sumada a un alimento (el cual sospecho que fue una milanesa de res). Ustedes dirán, “¿me hace perder mi tiempo por esto?” Créanme, es terrible.

Todo inicio con un desayuno abundante: fruta, cereal, chilaquiles, huevo con machaca, frijoles y jugo de toronja. No crean que un plato de cada cosa: un poco de todo. Esto fue aproximadamente a las 9:30 hrs. Después del mediodía, a eso de las 14:3º hrs. llegó el tiempo de la comida: una sopa de tortilla y una milanesa de res. Esto fue el acabose. Durante toda la tarde me sentí algo indigesto, y pensé: “Es sólo indigestión, mejor no ceno.” Pero a eso de las 18:00 hrs. tomé un café expreso doble y fue la gota que derramó el vaso…o más bien, el estómago. Dolor que iba y venía, algo de diarrea…bueno, no quiero extenderme en este agradable tema. Lo que sí es que me empecé a sentir con frío, y para las 21:00 hrs. solamente cené un agua mineral para ver si me ayudaba a la digestión. Nada. A las 22:30 hrs. ya estaba dormido.

1:20 hrs.: me despierta un terrible retortijón y volando voy al baño. Terminó a terrible sesión diarreica de pasada la medianoche, cuando, al retornar a la cama, me da un arqueo vomitivo que me hace arrodillarme ante el ídolo de porcelana y devolver, casi por completo, toda la comida. Mi hinchazón estomacal se debía a que, por algún motivo, el estómago no había digerido casi nada de la comida.

Aunque dicen que vomitar es bueno en estos casos no deja de ser una experiencia que la comparo con una muerte en pequeño, morirse en chiquito. Es innatural devolver comida no por el hecho de devolverla, sino porque el tracto por el que entra la comida está precisamente diseñado para que ingrese, no para que egresar. Este proceso no se termina con la acción descrita, sino que hay varios síntomas que me persisten durante el día: palidez, falta de apetito, sensibilidad gástrica, dolor de cabeza, sensación de falta de aire y hasta un poco de arritmia cardíaca (o al menos así la siento, aunque sospecho que puede ser simplemente un efecto de la sensibilidad gátrica), y el constante miedo de que un retortijón anuncie un nuevo ataque de diarrea.

Eventos como el que me ha sucedido me dan la idea de lo frágil que es el cuerpo humano. Es poderoso, sí, pero frágil a la vez. Un simple alimento, un microbio o virus que ni siquiera podemos ver prácticamente nos puede matar, o como en mi caso, hacerla pasar muy mal. Cada vez me doy cuenta que conforme pasa el tiempo la resistencia al alcohol, a las comilonas y a las desveladas. Pero esto, es tema de otro escrito.

Espero de corazón que no tengan que morir en pequeño y si lo hacen, que sea realmente para la mejora de su salud y el no ingreso de toxicidades al cuerpo.

2 comentarios:

  1. Hay Isra no inventes, me cae que lo describiste tan como es: morirse en chiquito, ojalá y te recuperes pronto, porque es como una maldición el que a uno le sucedan esas cosas en la vida, ja,ja. Saludos!

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  2. Nadia, mil gracias por los buenos deseos. Al día de hoy ya me siento súper bien. Afortunadamente no fue más que algo que me cayó mal.
    Un saludo desde Regiolandia.

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